Adiós a Alberto Laiseca

El escritor Alberto Laiseca, una de las voces más originales de la literatura argentina, falleció el jueves 23 de diciembre, a los 75 años, en la ciudad de Buenos Aires, fue autor de más de 20 libros -entre los que se destaca la mítica novela Los Sorias-, tallerista de larga trayectoria y creador de un género literario conocido como «realismo delirante», con el que generó una importante influencia generaciones de escritores.

Laiseca nació en Rosario el 11 de febrero de 1941 y pasó su infancia en Camilo Aldao, un pueblo ubicado entre las provincias de Córdoba y Santa Fe que lo declaró Ciudadano Ilustre en 2010.

Ese lugar lo marcó profundamente por dos hechos fundamentales: fue la zona donde comenzó a imaginar historias y donde experimentó una tormentosa relación con su padre. «La cabeza de mi padre», uno de sus relatos de terror, da cuenta de esa experiencia.

Menospreciado por su padre y abandonado a su suerte, Laiseca viajó a Buenos Aires y tuvo que rebuscárselas para sobrevivir: fue cosechero, empleado telefónico, corrector de pruebas de galera, durmió en la calle, pasó hambre, vivió en muchas pensiones, pero nunca dejó de escribir.

«La pasé muy mal en una época de mi vida. Pensaba mucho en el suicidio, fueron décadas así, hasta que un día unos amigos me prestaron un grabador a cinta. Ahí empecé a hacer relatos, discursos, puteadas. Eso me salvó», contó alguna vez.

Gracias a su voluntad desmedida y su imaginación desbordada, fue creando con el tiempo un estilo tan extraño como personal: el llamado «realismo delirante», un género literario personal que trabaja con la realidad a partir de la exageración y donde las cosas cambian su dimensión para ser miradas, pensadas y narradas desde una nueva concepción espacio-temporal.

Una de las obras que mejor representa ese género es Los Sorias -considerada por Ricardo Piglia como «la mejor novela que se ha escrito en la Argentina desde Los siete locos»-, donde Laiseca narra la historia de una civilización durante el reinado mundial de tres dictaduras: Soria, Unión Soviética y Tecnocracia. Esta monumental obra de más de 1.300 páginas -la más extensa de la literatura argentina- le llevó diez años de escritura y otros quince para poder publicarla.

Experto en la obra de Edgar Allan Poe y admirador de Stephen King, Laiseca trazó en su literatura una mitología de la magia negra, las ciencias ocultas, la paranoia técnica, las formas de la conciencia, las religiones y la guerra, tema que lo fascinó a lo largo de toda su producción.

Además de consagrar su vida a la escritura de cuentos, poemas y novelas inclasificables como La mujer en la muralla, Matando enanos a garrotazos, Aventuras de un novelista atonal, La hija de Kheops o El gusano máximo de la vida misma, Laiseca realizó talleres literarios durante más de veinte años, marcados por un trabajo con la imaginación que difiere del método de otros espacios de escritura.

A pesar de haber sido reconocido en su momento por escritores como Fogwill, Piglia y César Aira, Laiseca pasó muchos años en la marginalidad, sin obtener traducciones ni premios, hasta que en 2002 realizó el programa televisivo Cuentos de terror, emitido por el canal de cable I-Sat.

Ese ciclo televisivo, donde se lo puede ver en un cuarto oscuro fumando un cigarrillo y narrando cuentos de Poe, Lovecraft, King, John Collier, Horacio Quiroga y Manuel Mujica Láinez, entre muchos otros, le permitió mostrar sus dotes actorales y hacerse más visible para el gran público.

Esa primera aparición televisiva lo llevó a trabajar en cine en varias oportunidades: el documental Deliciosas perversiones polimorfas (2004), de Eduardo Montes-Bradley; y las películas El artista (2009) y Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011), de Mariano Cohn y Gastón Duprat.

«Hay que tener una fe absoluta en la victoria final. Hay que trabajar y trabajar, y también vivir más. Si no vivís más, no vas a escribir mejor», dijo el escritor en más de una oportunidad.

El «Conde Lai», como le llamaban sus conocidos, configuró una obra fuera de serie atravesada por todos los elementos que lo fascinaban: la literatura de terror, los fantasmas, el esoterismo, la guerra, todas las formas del poder, el humor implacable y, ante todo, el delirio que vive en el fondo de cosas aparentemente normales. Su obra, como su vida, fue única. Ahora solo queda leerlo.

En INSOMNIA Nº 124 publicamos una retrospectiva de su obra, así como una entrevista que le realizó José María Marcos.